María
María y Jose son pareja desde hace casi 20 años (se conocieron casi al final de la adolescencia) entre porros, besos y sueños… con el tiempo ella dejó de consumir drogas, pero Jose no pudo, pero siguieron juntos, de la mano… los besos quizás ya no eran tan dulces, pero algo en ambos lo unía (y aún lo hace) tiempo después llegó a sus vidas una niña y después un niño… y ellos tres (María y los niños) tenían una parte de sí mismos que consumía drogas, una parte amada que sufría. Lo intentaron en diferentes centros de tratamiento de adicciones (sin éxito). Jose ponía lo más que podía, pero no alcanzaba, caminaba entre la culpa y el desafío, entre la necesidad de ayuda, la mentira y la soledad del consumo, a veces con enojo, otras con dolor, María hacía de esposa cuando no de madre de Jose. Las entradas en paro de él por diversos motivos acentuaban más aún estas funciones parentales, estos roles, esta forma de ella de cuidar a todos, de vez en cuando los cuatro hacían una tregua y pasaban algunas semanas con el regalo de estar juntos sin nada en medio, estos momentos eran como ver el horizonte, como una promesa, un regalo… Una muestra del amor que aún existía entre ellos, y así fue como los conocí una tarde de consulta en Valencia, primero llego ella, rota pidiendo ayuda para “sus amores” y después (como no podía ser de otra forma) para ella, María y Jose están más fuertes más unidos y se miran de frente con todo lo caminado juntos.
Carlos
Carlos es el padre de Lucía, ella consume drogas desde sus 16 años (tiene 42), y él desde que lo sabe intenta ayudarla de todas las formas posibles. Durante muchos años Carlos y su esposa (Sonia) la acompañaron en diferentes procesos terapéuticos que les ayudó a poder sostenerla en momentos difíciles. Después de unos años Sonia falleció y él como padre nunca soltó la mano de Lucía.
Cansado, a veces más duro y otras más permisivo (depende el terapeuta con el que se encontraba en esa etapa) continuó su camino hasta llegar a nosotros, donde nos puso al día en la historia de su familia… de los caminos hechos, de los momentos de miedo, pero él siempre se incluyó, nunca dejó de ver que su hija sufría, no sólo vio su adicción, sino que vio todo el tiempo a Lucía, su hija, esto permitió que llegasen a nosotros a través de un mensaje de WhatsApp primero y después a nuestro espacio terapéutico. Hay algo que Carlos suele decir agradecido: “Lucía me ayudó a trabajarme como persona, a sanar mis heridas, a ver mi propia historia, ella puso su cuerpo para que pudiéramos vernos a los ojos. Por mi hija conocí lo que es un abrazo, cómo no voy a acompañarla. Carlos y Lucía siguen juntos en su camino de recuperación, a veces no queda claro quien ayuda a quien, pero sí es evidente el amor entre ellos.
Laura
Laura es la hija de Mauro, un italiano cuarentón que trabaja desde niño y ha pasado por el consumo de diferentes drogas, pero se quedó atrapado en la complejidad del alcoholismo, aún le cuesta admitirlo, con el paso del tiempo entiende que ya nunca beberá alcohol en su vida, cuando duda o intenta salirse de su camino Laura está ahí, a su lado, ella sabe claramente que hay en su vida drogas… Ya que mientras su padre esté vulnerable, ella también lo estará. Cuando amas a alguien te importa.
Desde niña infinidad de veces lo ha visto irreconocible, violento, enfermo… pero Mauro nunca fue violento con ella, él era capaz de quedarse en la calle o en el coche durmiendo para que que ella no lo viera en ese estado, algunas veces tuvo más éxito que otras. Mauro se entristece cuando recuerda escenas donde la recuerda triste. A Laura le cuesta sostener una relación de pareja por mucho tiempo, y él intuye que ha tenido que ver en ello, entiende que Laura no avanzará en su vida hasta que él esté mejor… ambos se acompañan en este camino desde hace años.
Laura trabaja en terapia nuevas formas de cuidar a su padre sin postergarse en su vida y Mauro camina un “solo por hoy” cada día más sólido.
Al pasar los años no dejo de emocionarme con el coraje y la capacidad de introspección que desarrolla uno mismo en los procesos terapéuticos que transita, cómo en una persona “apagada” se empieza a encender una luz que nadie esperaba, es la vida pulsando salir… y cómo buscar dentro y vernos claramente (sin tapujos, pero también sin dramatismos) en nuestra justa medida entendiendo que aquello que nos sucede no es ni más ni menos que lo que necesitamos para seguir creciendo (más allá de que a veces no sea ni agradable ni cómodo). Salir de las drogas y otras situaciones o síntomas es posible, no es fácil, pero está a nuestro alcance con la ayuda adecuada.
Estas historias, donde sabes que hay una parte tuya que no está sana, que sufre, son un reconocimiento a las incansables familias (hijos, padres, parejas, amigos, abuelos, etc.) que cada día riegan de esperanza y ganas los despachos de muchos centros como el nuestro, donde queda más claro que nunca que el amor es vida.