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Espejitos de colores

En el día a día de estos vivires profundamente humanos cada uno de nosotros transita el aceptar la cotidianidad del malestar (estar comodamente incómodos) aceptamos, a veces, en estados extremos de pasividad, la realidad que nos envuelve con una niebla que nos permite ver todo “sin ver nada” sin conectar, llenos de cualquier cosa que nos permita escapar de quienes somos y nuestras necesidades vitales; con drogas, mentiras, deudas, cuotas, soledad, enfermos en nuestra “salud mental” buscando frenéticamente “espejitos de colores” que nos fascinen con otro sueño, otra cuota, otro pase, otra mentira, otra “alegría”, otro gol, otra ilusión…. 

Ilusión… ilusiones eran otras, quizás el amor, un sueño, ideales… poco a poco vamos entrando en esa inercia que nos atrapa “consumir”… en la imagen, en producir para ser queridos. Los valores han ido cambiando y cada uno a su manera desde su lugar también; hasta el terapeuta que alimenta el deseo de tener más personas en consulta (sentir que lo eligen, lo necesitan y le agradecen…) el ego y la necesidad de “este” de ser acariciado es el motor la mayoría de las veces, un insaciable monstruo al que le debemos una parte de nuestra vida cotidiana.

Esta historia nos influye desde siempre, la construcción de nuestros primeros años de vida en cuanto a “lo vincular” el tipo de apego…. generado con nuestros padres, influyen claramente en nuestros grados de satisfacción y este sentirnos más o menos satisfechos, llenos, plenos, nos empuja a buscar “afuera” aquello que nos falta “adentro”. La presión social, también de los medios (estereotipos sociales) en cuanto a qué es “triunfar” y qué es ser exitoso golpea nuestra forma de pensar y sentir día a día. Las ofertas que nos proponen para ser felices y el “tener” para “ser” generan en nuestro interior niveles de insatisfacción, frustración y angustia importantes, y alimenta la necesidad “inmediata” de evitar sentir estos malestares.

En consulta se percibe esta pulsión que nos ahoga (ansiedad) que nunca alcanza, que aún nos falta, que no es suficiente… es un movimiento, creo yo, más de base espiritual (no necesariamente religiosa) que psicológica, es la “falta de sentido” como ha planteado Victor Frankl desde su logoterapia, es la pérdida del “para qué”, como podemos imaginar estos estados de insatisfacción con el tiempo generan neurosis importantes, algo se nos rompió dentro en algún momento e intentamos soldarlo de manera casi mágica evitando la crisis (necesaria como impulso de “crecimiento”) evitando (callando y tragando)  también el malestar, el sentir del vacío necesario para descubrir qué es aquello que nos falta. En terapia la búsqueda del sentido aparece constantemente como reflexión más que como necesidad, empujándonos, por desgracia, débilmente, ya que la necesidad queda colmada por el consumo y la inmediatez…