En un mundo en el que el rasero para juzgar es el físico; en un mundo en el que cumplir años o ganar kilos se penaliza muy duramente… En este mundo caprichoso y sádico no tenemos ni idea de cuántas personas pueden estar larvando un desequilibrio alimentario o un comportamiento patológico con la comida.
Parece que hay un camino trazado previamente, unos estándares donde tienes que encajar, tanto físicos y psicológicos como vitales, donde se da por hecho la forma normal de vivir.
Y en el fondo, con toda esta presión todo el mundo se angustia y se agobia, porque son expectativas imposibles.
Para muchas personas, la comida constituye el alimento primordial, tanto emocional como físico. Reflejan en parte esta lucha sin cuartel utilizando como vehículo el cuerpo y la comida. Y el escaparate es el siguiente:
Por una parte están quienes creen que comer hasta reventar, o mejor dicho, hasta quedarse lleno y/o a gusto hasta no poder más es lo normal. Sus reuniones y triunfos sociales suceden en torno a una copiosa comida de la que vanagloriarse.
Lo normal, la norma, lo que la mayoría hace no significa que sea lo mejor ni lo más saludable.
Mientras tanto, el otro grupo suele pensar, en parte, que controlar el cuerpo y la comida hasta que darse “secos como una mojama” es signo de triunfo, de autocontrol y control sobre uno mismo sobre la vida y sobre lo que no pueden controlar.
Al mismo tiempo, tenemos referentes que viven especialmente sometidos al yugo de la belleza estereotipada y normativa. No tienen celulitis, ni michelines, ni puntas abiertas, ni arrugas… No les dejan tener. Y cuando les preguntan qué hacen para estar tan estupendos sueltan: no hago nada de dieta, sólo dormir bien y beber agua. O cualquier falsedad similar.
Porque querer corregir los defectos está igual o peor visto que los mismos.
Esto potencia que los que tenemos cuerpos, caras, rasgos y vidas normales, nos sintamos profundamente defectuosos…
¡Y nos callemos!
Esto es un gran fraude. El único baremo de belleza debería ser la salud física y emocional.
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Trastorno por atracón
Este tipo de trastorno, es tal vez el menos conocido y hace relativamente poco que se habla de ello. Hoy podemos encontrar información fácilmente así que os hemos traído la historia de 3 mujeres: Lucía a sus 17 años, Irene a sus 28 y Diana ya con 43 saben lo que es no poder parar de comer compulsivamente (cuando nadie las ve, a solas, en casa o en su habitación). Estas tres mujeres no se conocen y sin embargo tienen una experiencia vital en común.
Nos cuenta Diana:
[/et_pb_text][et_pb_text quote_border_weight=»1px» quote_border_color=»#8300E9″ _builder_version=»4.9.4″ _module_preset=»default» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_font_size=»35px»]Desde que tengo memoria, luché con problemas de comida y peso.
Fue en la peor época de mi vida cuando estalló todo. Perdí mi trabajo y mi pareja.
Tenía la autoestima por los suelos.
La comida ya no era un alimento para mi cuerpo; era una droga que adormecía el dolor, un amigo-enemigo que fingía estar de mi lado, pero que al final me hacía sentir peor conmigo misma y arrasaba con la poca autoestima que me quedaba.
Si la vida se ponía difícil: la comida era mi fuente de alivio.
Si no comía: sufría un ataque de ansiedad.
Así que era como un mecanismo de supervivencia. De supervivencia y autodestrucción.
Tras una búsqueda en internet, descubrí que lo que me pasa tenía un nombre: trastorno por atracón. Cuando le puse nombre y vi que más personas estaban pasando por lo mismo, sentí un gran alivio.
Casi al instante, sentí un miedo abrumador al darme cuenta de que me tocaba batallar contra el problema.
El trastorno por atracón se define como «episodios recurrentes de ingerir significativamente más alimentos en un período corto de tiempo de lo que la mayoría de la gente comería en circunstancias similares, con episodios marcados por sentimientos de falta de control«. Se diferencia de la bulimia nerviosa en que no van seguidos de un comportamiento compensatorio (es decir, vómito inducido o exceso de ejercicio).
Además descubrí que estos trastornos crean angustia psicológica y son impulsados por señales emocionales (como la tristeza), en lugar de señales fisiológicas (es decir, hambre).
Y ahí encontré mi salvavidas. Si se trataba de un problema emocional, tenía que buscar ayuda psicológica.
Bulimia
Este trastorno, algo más conocido, se caracteriza por la alternancia entre comer de manera compulsiva y después vomitar o purgarse. Irene nos cuenta su historia:
[/et_pb_text][et_pb_text quote_border_weight=»1px» quote_border_color=»#8300E9″ _builder_version=»4.9.4″ _module_preset=»default» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_font_size=»35px»]Hacía tiempo que quería bajar de peso hasta que un día pasé por una fuerte gastroenteritis que me hizo perder un par de kilos. Cuando me reincorporé al trabajo todos mis compañeros se dieron cuenta de mi bajada de peso seguido de halagos:
» Estás mas guapa». «¡Qué bien te veo!»
A partir de ese momento me sentí totalmente motivada para bajar de peso y restringir calorías.
Empezó una racha de dietas y ayunos.
Sin embargo, ante situaciones de estrés, notaba un gran alivio con la comida. Mi cuerpo me pedía comer sin control.
Y cuanto más pesaba, más me consideraba «indigna de amor».
Así que empecé a vomitar ese exceso de comida.
Al principio me dije a mi misma que no lo haría siempre, pero no lo pude controlar.
Tenía tanto descontrol emocional que los atracones y los vómitos fueron un alivio temporal para mí, aunque ahora me doy cuenta de que cada episodio bulímico solo intensificaba mis sentimientos.
He aprendido mucho de mi batalla contra la bulimia. He aprendido sobre mi propia fuerza personal, que es más de la que nunca hubiese imaginado. También he aprendido la importancia de un estilo de vida saludable de verdad.
Disfruto cuidarme y vivir mi vida.
También me he dado cuenta de que las personas en mi vida me apoyan y me comprenden más de lo que hubiese reconocido en ese momento.
Mi familia, mis amigos cercanos y mi psicoterapeuta estuvieron a mi lado en cada fase de la terapia. Mi familia con ayuda también de mi terapeuta intentaban entender mi enfermedad, se esforzaban en no juzgarme o enfadarse pese a mis recaídas.
Lo más importante que he aprendido es a apreciarme a mí misma como persona, no a mi apariencia (que por cierto, también mejoró).
Anorexia
Tal vez, el trastorno más sonado. Se caracteriza por restringir la comida y las calorías. A veces, estas personas también explotan su cuerpo haciendo excesivo deporte. Juan, un adolescente de 15 años nos cuenta:
[/et_pb_text][et_pb_text _builder_version=»4.9.4″ text_font=»||||||||» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» header_font=»||||||||» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_text_align=»center» header_2_font_size=»35px» header_2_line_height=»1.4em» header_3_font=»Montserrat||||||||» header_3_line_height=»1.4em» header_5_font=»||||||||» header_5_text_color=»#7f8dff» header_5_line_height=»2em» max_width=»1500px» header_2_font_size_tablet=»» header_2_font_size_phone=»25px» header_2_font_size_last_edited=»on|phone» locked=»off»]Siempre me había considerado un chico normal hasta que, no sé muy bien por qué razón, empecé a compararme con otros. Tal vez porque mis compañeros de clase empezaron a desarrollarse antes, y yo siempre había sido un chico un poco “rellenito”.
Empecé a querer convertir mi cuerpo en el ideal (lo que entonces valoraba que era).
Un cuerpo delgado, fibroso, atlético, de músculos bien definidos característico de los corredores de fondo.
¿Para qué?
Para sentirme querido, admirado, valorado, seguro y a salvo en esta selva de frivolidades sociales.
Así comenzó mi obsesión sin ni siquiera ser consciente de ello.
Mi plan de hacer muchísimo ejercicio y comer cada vez menos para conseguir mi objetivo me sumió en un profundo rechazo de mí mismo, atrapado en mi propia cárcel mental; preso de la rabia, el mal humor y el agotamiento físico.
Cada vez estaba más aislado tanto familiar como socialmente.
Fue mi madre quien se dio cuenta de todo esto y pidió ayuda a un profesional. Al principio me enfadé muchísimo con ella por querer sacarme de ese “estilo de vida”. Pensarme con una rutina “normal” se me hacía insoportable.
Ahora, miro a mi yo del pasado con compasión por haber estado tan confundido.
He pedido perdón, he aprendido a perdonarme y sobre todo he aprendido a quererme.
¿Los desórdenes alimenticios síntoma de qué?
La terapia para tratar y superar el trastorno de alimentación es una herramienta necesaria para las personas enfermas por este desorden con la alimentación. La relación que tenemos con la comida es un reflejo del estado en el que nos encontramos psicológicamente, anímicamente y físicamente. El hambre emocional (ansiedad) se dispara habitualmente en situaciones de estrés y ansiedad, cambios, vivencias traumáticas, estados de dolor/ sufrimiento y toda una batería de circunstancias que nos conducen a un desequilibrio personal. Comer compulsivamente, comer para llenarse de aquello que sentimos nos falta, dejar de comer para tratar de controlar lo incontrolable en nuestras vidas. Cubrir las carencias, anestesiar y aliviar o parchear el sentimiento de caos emocional en el que nos vemos inmersos. En estos estados emocionales de honda turbación es muy doloroso sentir, aunque a veces no no demos cuenta, que se distorsiona la percepción que tenemos de nosotros mismos. Esta situación se agrava cuando desde el exterior se nos llama la atención ante el exceso de peso, la falta de peso y/o la forma de comer desmedida que tenemos. Se desbordan las emociones más tóxicas en nosotros: la rabia, la ira, la frustración y el ensimismamiento como forma de defensa ante supuestas agresiones, sobre todo de aquellos a los que más queremos.
[/et_pb_text][et_pb_text _builder_version=»4.9.4″ text_font=»||||||||» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» header_font=»||||||||» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_text_align=»center» header_2_font_size=»35px» header_2_line_height=»1.4em» header_3_font=»Montserrat||||||||» header_3_line_height=»1.4em» header_5_font=»||||||||» header_5_text_color=»#7f8dff» header_5_line_height=»2em» max_width=»1500px» header_2_font_size_tablet=»» header_2_font_size_phone=»25px» header_2_font_size_last_edited=»on|phone» locked=»off»]¿Cuáles son los trastornos relacionados con la alimentación?
Son muchos y variados los síntomas como consecuencia de un trastorno en la alimentación:
- Anemia
- Palpitaciones
- Pérdida del cabello y masa ósea
- Caries
- Esofagitis e interrupción de la mestruacción.
- Las personas con el trastorno por atracón pueden desarrollar: presión arterial elevada, diabetes y otros problemas relacionados con la obesidad
Los tipos comunes de trastornos alimenticios
Esta forma de relacionarse con la comida y el cuerpo es patológica: la bulimia nerviosa, la anorexia, comedores compulsivos y otras formas de relación con nuestro cuerpo también son consecuencia de un modelo social que rinde culto a un ideal de la propia imagen sin sentido e irreal. Cambiar en si misma la forma de comer no es suficiente, el trastorno alimenticio es el síntoma no el origen del problema. Tomar consciencia de nosotros mismos y aprender a conocernos es el camino hacia la libertad de cualquier trastorno de alimentación.
[/et_pb_text][et_pb_text _builder_version=»4.9.4″ _module_preset=»default» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_text_align=»center» header_2_font_size=»35px» header_2_line_height=»1.4em» header_2_font_size_tablet=»» header_2_font_size_phone=»25px» header_2_font_size_last_edited=»on|phone»]¿Cuánto tiempo duran los trastornos de alimentación?
[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row column_structure=»1_2,1_2″ _builder_version=»4.9.4″ custom_margin=»-39px||||false|false»][et_pb_column type=»1_2″ _builder_version=»3.25″ custom_padding=»|||» custom_padding__hover=»|||»][et_pb_text _builder_version=»4.9.4″ text_font=»||||||||» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» header_font=»||||||||» header_2_font=»Montserrat|300|||||||» header_2_line_height=»1.4em» header_5_font=»||||||||» header_5_text_color=»#7f8dff» header_5_line_height=»2em» max_width=»700px» module_alignment=»center» header_2_font_size_tablet=»» header_2_font_size_phone=»30px» header_2_font_size_last_edited=»on|phone» locked=»off»]Es una enfermedad difícil y compleja. Este tipo de trastorno conlleva una recuperación muchas veces más lenta de lo que nos gustaría. Esta patología suele iniciarse en la preadolescencia y adolescencia, etapas del desarrollo ya de por sí complicada para los más jóvenes. Se puede alargar durante años el proceso de recuperación.
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[/et_pb_text][et_pb_text _builder_version=»4.9.4″ _module_preset=»default» text_font_size=»16px» text_line_height=»2em» width=»100%» max_width=»100%»]Cuanto más se alarga el patrón de alimentación anormales estos quedan grabados a mayor profundidad en el subconsciente y más complicado es poder cambiar esta conducta patológica. Cuanto antes se inicie el tratamiento mejor ya que el desequilibrio psico-emocional de la persona se ve comprometido, y difícilmente puede uno sin ayuda comprender cuál es el origen de esta enfermedad.
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